por Mónica Beatriz Pacheco Ochoa
Trabajo social UFPS
Colombia es un paraíso, gobernado por unos tiranos que se creen santos, lleno de esclavos ingenuos que luchan por sobrevivir y unos pocos revolucionarios que tarde o temprano terminan asesinados. Yo diría que se parece mucho a la época en que los españoles nos gobernaban, solo que ahora nos volvimos ciegos, sordos, mudos e ingenuos; aunque tenemos todas las de ganar, no utilizamos nada; votamos por el que nos toca, ya sea por hacerle el favor a un familiar que necesita trabajo, porque los grupos paramilitares nos lo exigen, o tal vez porque nos dejamos meter cuento y mantenemos la mínima ilusión que nos pavimenten una carretera, porque para los Colombianos el progreso va ligado a cemento, como lo decía Jaime Garzón, una de las pocas personas que se atrevió a contar la verdad y terminó como nuestro señor Jesucristo, muriendo por nosotros mientras desperdiciamos su sacrificio.
¿Qué es lo que nos está pasando?
Si tomamos por referencia a William Ospina, quien nos muestra claramente con “lo que le falta a Colombia” la problemática tanto del orden económico, político, social, cultural, religioso y ético; podemos rescatar múltiples defectos que aturden a nuestra sociedad:
- Nos avergonzamos de nosotros mismos y tratamos de parecernos a otros.
- Permitimos que los extranjeros determinen el valor de nuestros recursos naturales y los exploten.
- Todos van por intereses particulares y/o familiares, nadie piensa en general, en progresar, en un verdadero cambio.
- El estado Colombiano no existe en absoluto, si se trata de cumplir con las funciones que le corresponden; existe infinitamente si se trata de saquear al país.
- La empresa privada nos proporciona lo que el estado nos debe dar; por eso nos acostumbramos a pedir favores y mendigar limosnas; sin preguntarnos ¿dónde están los dineros públicos que día a día le aportamos al país? porque pagamos IVA hasta por unas medias.
- Los campesinos y desplazados son una vergüenza para el país, los habitantes de la calle son ladrones y los pobres perezosos.
- A pesar de que otros países, los llamados "grandes potencias" nos han humillado, despojado de nuestros recursos, manipulado... los seguimos viendo como aquellos que son mejores que nosotros, aquel modelo a seguir.
- El que peca, reza y empata.
- Y por ultimo y tal vez lo más importante, el conflicto nos está matando.
En conclusión, estamos llenos de violencia, de choques, no confiamos en nadie, queremos ser como los demás y a pesar del alto índice de pobreza y el desempleo, nos damos el lujo de permitir que el estado y “sus reyes” sean unos corruptos.
Esa es nuestra realidad y es difícil cambiar algo que viene desde nuestros inicios; primero fue el conflicto entre los partidos liberales y conservadores, que desembocó en el frente nacional, un pacto que ponía fin a la violencia entre los dos partidos y que dejó a un lado ciertos sectores que más tarde fueron convirtiéndose en grupos guerrilleros y paramilitares, que luego fueron apoyados por políticos y familias pudientes que tenían intereses claros en mantener el poder del país y hoy en día se encuentran en un conflicto entre todos contra todos. Es difícil decirle al país que nos unamos y que luchemos contra esta problemática, porque no todos nos vamos a unir, ya que detrás de cada persona hay un sin número de miedos, ideologías e intereses particulares que no encajaran en los generales.
Pero realmente vamos por buen camino, porque todo esta tan mal que los pudientes y políticos se están dando cuenta que la embarraron y ahora no pueden salir a un parque porque los secuestran, los matan o los roban; ya sus hijos tienen un sin número de vacios simbólicos y han creado sus propios problemas inmateriales, ya ni siquiera pueden tener un buen desarrollo, comer un helado o caminar por las calles.
Nosotros siguiendo el ejemplo de otros, nos dimos cuenta de que el estado le tiene pavor al escándalo, así que si denunciamos algo por los medios de comunicación o por organizaciones internacionales, enseguida se nos solucionará el problema, ya al menos empezamos hacer marchas y poco a poco los que llamábamos “mechudos” están destacándose por personas verracas, inteligentes y críticos.
Si empezamos a valorar a todos por igual, tanto el taxista como al busetero, tanto al profesor como al de oficios varios, tanto al soldado como al ministro de defensa, tanto al presidente como al indigente y entendemos que todos somos importantes, que merecen el mismo trato; empezaremos a encaminarnos al verdadero cambio. Y si hay trabajo, Si los pobres son dignos, si hay algo de igualdad, si hay una verdadera democracia, si el pueblo se vuelve crítico y no se deja meter cuentos, si no permiten que lleguen extranjeros a explotar nuestros recursos y darnos unos pequeños porcentajes por medio de regalías; si en vez de hablar mal de nuestra gente, de los campesinos, indígenas y afroamericanos le destacamos sus cualidades; si somos chismosos en pro a informar de oportunidades, de funcionarios corruptos y de buenas ideas ¿Qué argumentos le van a quedar a los grupos armados para seguir en conflicto?
No podemos pretender que llegue un buen político y cambie nuestra realidad, ya que es imposible que frente a la presión de los grupos armados, de la clase dominante, de los funcionarios corruptos y de los habitantes inconformes, logre cambiar completamente al país. Tomemos conciencia que no es necesario ser presidente para transformar nuestras sociedades, tenemos el poder de ver un entorno diferente, de sacar una sonrisa a nuestros familiares y amigos, de corregir y dar un buen consejo a esas personas que por cuestiones de su naturaleza y de la misma sociedad, dañan y maltratan a otros con palabras o acciones; construyamos nuestra propia utopía y luchemos por conseguir ese cambio.
Hay que enfocar nuestros esfuerzos en lo que realmente importa; sabemos que el estado es corrupto, que las políticas sociales no son más que políticas económicas que van ligadas a la tendencia de ahorro y no de bienestar, que la empresa privada es la que está determinando nuestra calidad de vida y cumpliendo las funciones que por ley le corresponden al estado con los dineros públicos y en fin muchas otras cosas que marcan y obstaculizan el verdadero cambio; y sin embargo no hacemos nada, pueden pisotearnos y seguimos sonriéndole y aplaudiéndole a esos políticos “importantes” que nos arruinaron la vida y nos compran con tapar un hueco, seguimos pidiendo favores en una alcaldía para que nos den un trabajo y mostrando las listas de las personas que conseguimos para que votaran por el alcalde o tal vez por ese concejal que después de estar metido en nuestro barrio y prometernos el cambio durante sus campañas políticas, después de ser elegidos se olvidan de nuestros rostros y de sus propias mentiras; realmente es triste ver como nos humillan y como nos desquitamos con las personas que realmente merecen respeto, a esos desplazados que viven en barrios de invasión y que no son pobres porque el estado les da 190 mil pesos para quedar bien en las encuestas; a esos indigentes que duermen en las calles y que están sometidos a los innumerables peligros, vicios y enfermedades, a esos ladrones que son el resultado de una sociedad y de un estado que les dio la espalda, a esos recicladores que trabajan día y noche para conseguir su sustento que proviene de nuestra “basura” y de nuestra falta de solidaridad.
Muchos se preguntan ¿Dónde está el estado Colombiano? Pero ya es hora de preguntarnos ¿Dónde estamos nosotros? La gran mayoría tiene sus propios asuntos por los cuales deben preocuparse, el sobrevivir en este país no es una tarea fácil y las empresas privadas y públicas no dan muchas oportunidades, ni tiempo, ni ganas para salir a protestar o a exigir nuestros derechos, además no es muy favorable hacerlo, el que habla y se destaca termina muerto, herido o amenazado; otros se dedican a criticar al estado, a sus políticas y políticos, a sus reformas, leyes y mandatos, a sus instituciones, a sus partidos y modelos políticos, si se es de derecha o izquierda y en fin crean otro conflicto, eso se puede ver en las redes sociales y diversos grupos donde hay buenas ideas y grandes personas que son opacadas y etiquetadas como guerrilleros; otros están preocupados por aprovechar esas políticas y beneficiarse de ellas; y otros están esperando que haya justicia y sufriendo las consecuencias de un país lleno de personas que luchan por sobrevivir. Si reclamáramos y si las entidades públicas se tomaran la molestia de educar, de proporcionar información acerca de los trámites para exigir nuestros derechos; todo sería más fácil, no habría tanta injusticia e impunidad.
La salud está por el piso, nos están robando y tratando como animales irracionales, para qué sirve la ciencia?, para qué tantos medicamentos?, para qué tantos médicos?, para qué tantas EPS y hospitales?, para qué el fondo fosyga?, para qué tantas reformas y protestas?; si al final nos terminan dando Acetaminofén ¿Dónde está lo que pagan los colombianos? ¿Por qué 15 minutos para una cita médica? ¿Por qué tanta negligencia? Si estamos pagando por algo que debe ser gratuito, ¿ni siquiera así tenemos derecho?
La educación pasó a un segundo plano, no les dan oportunidades a los profesores jóvenes que tienen nuevas metodologías, conocimientos más avanzados. ¿Por qué se permite que hayan profesores que no educan, que solo están ahí esperando otra jubilación? ¿Por qué el ministerio de educación establece unas temáticas inaceptables para la educación en colegios y escuelas? ¿Por qué en las universidades hay muy pocos docentes de planta? ¿Por qué el estado quiere entregarle la responsabilidad a las empresas privadas? ¿Acaso la educación no es la clave para una nueva Colombia?
Las viviendas de acción social se las dan a los que “no tienen casa”, lo que el estado ignora, es que el hecho de no tener ninguna escritura o vivienda registrada, no significa que se sea pobre. Es muy fácil notar que la mayoría de personas que acceden a este beneficio no son las que realmente deberían ¿cómo una persona pobre puede reconstruir en menos de 6 meses una vivienda y modificarla por completo?
Lo más irónico es ver como las encuestas nos muestran una reducción de taza de desempleo, de pobreza, de desplazados, de indigentes… Mientras en lo empírico se vive otra realidad. La economía de Colombia está por el piso, los microempresarios se están arruinando, los negocios están cerrando, los vendedores ambulantes están incrementando, a los campesinos se les está perdiendo las cosechas y la garantía del gobierno radica en préstamos, y todo el mundo se queja porque “la plata no alcanza para nada” Pero para el estado, todo marcha bien, ven a Colombia desde la teoría funcionalista y estructuralista. Y todavía se preguntan, por qué tanta violencia, por qué hay niños trabajando y prostituyéndose, por qué tanta indigencia, por qué hay narcotráfico ¿no será porque hay pobreza? ¿Por qué no hay trabajo? ¿Por qué tenemos que sobrevivir? ¿Por qué una tecnología no es una garantía para tener sustento? ¿Por qué 190 mil pesos no alcanza ni para una semana? Esto nos permite reflexionar que es lo que realmente necesitamos, ¿más policías o más garantías? ¿Empleo o subsidios?
La solución de muchas situaciones desfavorables está en las políticas públicas, con ellas se definirán nuestro pensamiento y nuestro futuro. Ya es hora de dejar de esperar, creemos nuestras políticas, analicemos lo que necesitamos, utilicemos eso malo que tenemos, esas inconformidades, esos miedos, esas estrategias y a esos políticos para construir país; de esta manera tendremos cimientos que nos permitan sentirnos orgullosos de lo que tenemos, de lo que somos y de lo que hacemos.